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miércoles, diciembre 23, 2015

Pasajeros en tránsito. Se va la segunda...

Caminé por la pista hacia el destacamento. Un amable oficial de la Aeroportuaria me interrogó: ¿Esta valija es suya?
En la pantalla brillaba la imagen de rayos X mostrando un bonito dibujo en brillantes colores; la imagen de nuestra ropa, con el arco de un corpiño que resaltaba cual islámica medialuna. En un ángulo; dos parelepípedos mostraban los robustos paquetes de yerba.
Tragué saliva y contesté: Sí, bueno, mía, lo que se dice mía, en fin...
- ¿Es suya?
- Sí- asentí- ¿algún problema...?
No respondió y me invitó a abrirla.
- ¿Abrirla? ¡Con el trabajo que nos dio cerrarla ¿Es realmente necesario? Mire que a mi esposa le gusta que todo quede ordenado y...
- Ábrala- ordenó.
Y así lo hice. La ropa, prolijamente colocada dentro de una bolsa al vacío. apareció como recién planchada. Que era el caso.
El oficial llamó a su superior.
Otra vez la pregunta y la mirada.
- ¿Y esto?
El avión ya se preparaba en la pista. Sabrina ignoraba donde me encontraba. La policía parecía sospechar de mis intenciones. Y yo me sentía como el protagonista de Expreso de Medianoche, pero sin la música de Alan Parsons.
Le expliqué a los dignos representantes de la ley que armar las valijas siempre era un problema, que la ropa se resistía a entrar en las maletas más que los criminales en la cárcel, que nuestra pareja estuvo varias veces al borde de la ruptura por causa de estos menesteres y que, por favor, no me hiciera desarmar el orden tan meticulosamente logrado por mi esposa legítima. Que después de enoja...
No hubo caso. Tuve que abrir la bolsa y dejar entrar el aire. Un sabueso, literalmente, es decir un perro entrenado para detectar droga, fue invitado a olisquear mis calzoncillos y medias cuidadosamente embalados.
El can trepó de un salto sobre la valija (Segue, comprada hace dos años en Roma Termini a 45 euros, ¡una ganga!) y caminó sobre ella dejando el rastro indeleble de su presencia física. Olió perezosamente nuestras prendas y miró con cara de fastidio e interrogación al policía humano. Parecía decirle: ¡Acá no hay merca, amigo! ¿Para qué me trajiste?
Me animé a sonreír. Gesto a todas luces apresurado, porque el digno oficial de la ley me invitó a extraer alguna prenda, la cual tomó con delicadeza y acercó a su colega canino.
El animal, es decir el perro, bostezó y se echó al suelo; indiferente.
Después vinieron las explicaciones. Que los paquetes son sospechosos, "es yerba, che, viste que en Europa no se consigue", que los rayos X "puchos, amigo, en Italia cuestan un ojo de la cara...", que los narcotraficantes suelen "almidonar" la ropa con droga y así..."pero no, hermano. Es una idea de mi jermu y mi hermana, para ahorrar espacio..."
Sonrisas, apretón de mano, buen viaje y  "puede salir, nomás..."
Regresé donde mi esposa, quien estaba un poco preocupada hasta el punto de haber salido del Free Shop y la tranquilicé con un comprensivo y amoroso: "¡vos y tus geniales ideas de poner la ropa al vacío!
Minutos después el incidente estaba, si no olvidado, al menos desechado como irrelevante. Ya estábamos a bordo del avión de TAM rumbo a Sao Paulo, primera escala del viaje.
El aeropuerto de Guarulhos es grande, inmenso diría, y lo atravesamos con la alegría de sabernos en marcha hacia nuestra luna de miel, visita a los primos, casamiento de Alex y Vanesa y tantos proyectos elaborados en tardes de mate y noches de insomnio.
Hasta que llegamos a la inevitable revisión de equipaje.
La valija grande no era problema; despachada en Rosario, llevaba, además de las huellas de un ovejero alemán, el visto bueno de la policía aeroportuaria argentina; toda una garantía de salubridad y apego a las leyes. La valija de mano era otra cosa.
Una dama brasileña la miró con suspicacia e insistió en abrirla.
Acostumbrado y seguro de mí mismo lo hice.
- ¿Qué es esto?-  ladró más que dijo en un castellano balbuceante.
- Dulce de leche- respondí- y pimentón extra dulce para hacer empa...
- ¿Free shop?- inquirió la brasilera, que ya no era tan dama.
- ¡Por supuesto!
- Boleta...- solicitó. Mientras quien escribe buscaba el recibo, que a decir verdad era sólo del pimentón, la mirada de la guardia paulista se posó sobre los alfajores Havanna.
De inmediato se acercó a una superior y le mostró su hallazgo.
Comprensiva, la oficial a cargo, la miró con cara de: no rompas las pelotas (en portugués: nao rompas as bolinhas) y le ordenó que nos dejara pasar.
Así lo hizo la hermana brasileña, no sin antes revisar el bolso de Sabrina, quitarle el encendedor (mirá donde había ido a parar, pensé) y, en un acto de crueldad que ya nuestra nueva canciller denunciará ante la ONU pues viola todas las convenciones de Derechos Humanos, le arrebató el agua Vichy que usa para refrescar el rostro. Sabrina, indignada, soportó estoicamente el gesto de la brasuca hija de su buena madre, en pos de la unidad latinoamericana.
Los argentinos sabemos hacer sacrificios si la causa lo merece como ya lo demostraron nuestros próceres ¡qué tanto!
Pero ojalá que se la ponga en la cara y le provoque alergia...
Finalmente el vuelo a Italia estuvo listo y nos alejamos de la ingrata tierra de quienes quedaron afuera del Mundial...
Tras doce horas de vuelo habíamos cruzado el Atlántico, el Ecuador, España, el golfo de León y los Alpes para llegar a Milán en un opaco mediodía de diciembre.
Aterrizamos sin novedades en el aeropuerto internacional de Malpensa, visaron nuestros pasaportes, buscamos la maleta aún marcada por las indelebles huellas de un canis familiaris, tomamos el Malpensa Express, el Metro y tras una breve passegiatta arribamos al hostel cual dos mochileros un poco pasados de edad...
Omití mencionar, me recuerda mi digna y memoriosa cónyuge, que en el aeropuerto milanés un poliziotto de civil nos preguntó por  nuestro viaje, "viaggio di nozze" le dijo Sabrina mostrando nuestras lindas alianzas. Acto seguido quiso saber nuestro itinerario y profesión; todo lo cual fue respondido en una correctísima versión de la "lingua di Dante" por Sabrina quien, si es por hablar, habla hasta en jeroglíficos... Una vez que se enteró que era "profesoressa de francese", que iríamos a Atenas, dopo a l' Italia e dopo a Belgio; ¡nos hizo abrir una vez más la valija!

El contenido de la misma quedó esparcido sobre uno de los bancos de la aeroestación.
"Questa é yerba, para preparare il mate, una infuzione tradicionale..." explicó mi media naranja, ya a punto de explicarle que el Papa mismo toma mate en el Vaticano mientras ora por la Paz Mundial...
"E questo sono cigaretti, per consumo personale. Non somo traficanti... Má en Europa é troppo..."
"Va bene, va bene", dijo el émulo milanés del Comisario Montalbano. Y nos dejó que ordenáramos una vez más el contenido, cuya entropía había sido irremediablemente arruinada, de la maleta.

Quedará para otra ocasión el relato de nuestras visitas al Duomo, la Galería Vittorio Emanuele y Mac Donalds. También nuestras conversaciones con Mihai, un amable rumano radicado en Italia, quien no podía entender la vocación de los argentinos por las crisis cíclicas... encima elegidas libremente. Nosotros tampoco, le dijimos.

A las cinco de la mañana del día siguiente, sin dormir casi, estábamos en un taxi rumbo al aeropuerto milanés de Linate, Milán tiene dos aeropuertos y, para conocerlos a ambos, arribamos a uno y partimos del otro.
De Milán a Roma demoramos menos de una hora, en Fiumicino, aeropuerto romano, esperamos otro tanto (el tiempo justo para un pis y acomodar en lo posible... ¡el equipaje!) , y a media mañana volvimos a subir a un avión (el cuarto en menos de 24 horas) con destino a Atenas.
Sí, en Rosario parecía una buena idea...

Una vez más el relato de nuestra visita a la cuna de la cultura occidental, la filosofía y el souvlaki será objeto de otra entrada. Aquí soy el cronista de los viajes.





En el aeropuerto Elefterios Venizelos, a 30 km de Atenas recuérdese este dato, casi abrimos la valija por propia voluntad. La oficial ateniense apenas si se interesó por los dos cartones de cigarrillos y creo que quiso pedirnos uno pero, en pos de mantener el turismo, se abstuvo.
Antes de partir habíamos leído varios blogs, diarios de viaje, anecdotarios, comentarios de Trip Advisor y guías Michelin del siglo pasado. Yo había leído también a Platón, Jenofonte y Pausanias, pero resultaban un poco desactualizados... Uno de esos blogs, obra de un tal Matt, comentaba con perspicacia yanqui que en Atenas, en especial en el aeropuerto, abundaban los pickpockets, es decir, los carteristas, y que para ir a la ciudad era casi un suicidio tomar el metro o el bus. Mejor, añadía, era un taxi o... un gentil servicio disponible en su blog por el módico precio de...
Nos reímos de buena gana de los consejos del "americano", en especial el de llevar el dinero en un portavalores (disponible en el siguiente enlace...) o de colocar una trampa para ratones en el bolso de las señoras... sin mencionar el intento de darle un escarmiento a los amigos de lo ajeno colocando dinero falso (o billetes argentinos post Macri que es casi lo mismo) y fotos de gente enferma o mutilada en una billetera señuelo... para que los cacos reflexionen sobre su mal camino.
Como sea, risa o no, noticias alarmantes sobre la crisis griega, cansancio del viaje, lo cierto es que atravesamos (en especial quien escribe) el aeropuerto como la proverbial exhalación.
- Mirá, amor, una oficina de informes... ¿no querés que pregunte?...
- Dejá, ya tomé este folleto, dice todo lo necesario...
- Pero está en griego, mi cielo...
- Apurate, que ese tipo no me gusta nada...
- Creo es el chofer del
colectivo, mi vida.

Y subimos nomás al bus.

2 comentarios:

Sheila68 dijo...

y es como si los estuviera viendo y oyendo. Ahora es buena idea lo de las bolsas al vacío, estos de la aeroportuaria deberían ayornarse un poco. Sigan disfrutando de armar y desarmar valijas. Besitos

Gustavo Rubén Bessolo dijo...

Y sí los de la policía siempre son suspicaces. En especial cuando un pobre perejil quiere salir a ver el mundo... En cuanto a vernos y oírnos supongo que debemos ser un espectáculo instructivo y gracioso a la vez. Gracias por comentar.