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lunes, marzo 30, 2015

De paros, impuestos y agendas encubiertas.

En principio me parece bien que mañana haya paro. Es un derecho constitucional y como tal está protegido. Que se usen los derechos, no se gastan, siempre es una buena noticia.
El reclamo central, esto es aquel que convoca a los laburantes, es el incremento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. Por debajo, por supuesto, hay otras agendas y es un paro político (como todos) y está bien que así sea.
A nadie le gusta pagar impuestos.
Uno puede racionalizar las cosas, decir que con los impuestos se financian las necesidades comunes (y recordar, de paso, que cuando el tipo pregunta: "y el Estado, ¿qué hace?", la respuesta incluye que todo eso se financia por medio de impuestos). Uno puede sentirse un buen ciudadano, sea lo que sea, y tributar más o menos concientemente. No creo que a nadie le guste, no creo que haya quien vaya, sonriente, a oblar su tributo (como la viuda del Evangelio) para mantener los servicios comunes. En la Argentina, nacida a la vida independiente evadiendo y contrabandeando, burlar le ley y trampear al Estado es síntoma de nacionalismo si vamos al caso.
Por otra parte uno ve como se malgasta lo que se cobra. Uno ve avivadas y corruptela y refuerza la idea atávica: con mis impuestos no.
Alguno, a lo Thoreau, se las da de anarquista y se va a vivir a La Cumbrecita o El Bolsón para escapar de esta sociedad podrida y su sistema. Después, si se enferma de disentería, recurre al hospital público.
Otros, haciendo gala de marxismo, se niegan a pagar impuestos a la Junta Ejecutiva de la clase dominante. Cuando triunfe la Revolución, léase nosotros, cobraremos impuestos a los kulaks y a los desviacionistas... es decir a todos los demás.
Tampoco me gusta pagar impuestos, tampoco me gusta que me lo descuenten por recibo, tampoco, por cierto, lo pago porque quedo por debajo de la famosa alícuota que ignoro como calcular.
Y un impuesto que grava como ganancias ciertos sueldos no me parece del todo justo, y mucho menos, me parece progresivo. Aunque, bien mirado, hay sueldos y sueldos... que el CEO de una empresa o el gerente de tal banco paguen, no está tan mal, qué quiere que le diga.
Así que, por temperamento, por gusto, por ideología y hasta por solidaridad estoy a favor, en abstracto, del reclamo.

Y, sin embargo, no voy a parar mañana.
No voy a parar porque mi gremio, el docente, no lo hace. Diga lo que diga Amsafé Rosario, opine como opine esa dirigencia que vive de ilusiones y se siente vanguardia vaya a saber de qué. El gremio es Amsafé, Asociación del Magisterio de Santa Fe, y Rosario es una regional, opositora, sí, como lo ha sido tradicionalmente; pero no puede decretar paros por sí… ni siquiera con votos. Pasa, y me da vergüenza decirlo, que Amsafé es parte de la CTA y la CTA está también dividida; una es descaradamente pro gobierno, y no me parece mal aunque la prefiero más independiente, la otra es desfachatadamente anti gobierno y no parece tener todos los patitos en fila. Basta verlo a Micheli, pobre. La lógica pro y anti que nos atraviesa, y que no la inventó el gobierno por cierto, nos depara estas cosas.
No paro por orgánico.
Tampoco paro porque lo que menos les interesa a los convocantes es el dichoso impuesto. A los laburantes sí, y por eso se suman, pero a la mayor parte de los que llaman a la huelga sólo les importan cuatro cosas, a saber:
  • Mostrar lo larga que la tienen.
  • Armar bardo, a ver si ligan algo y se sienten “revolucionarios por un día”; que es una especie de onanismo compulsivo de la izquierda vernácula.
  • Marcar la cancha a la que está, pero qué difícil que se las hace esta mina (encima es mina), y al que viene. No para jugar a favor del trabajador, sino para que acepten mansamente las mismas viejas soluciones y se dejen de joder con hacerse los rebeldes.
  • Por último, poder pasar factura por los servicios prestados a quien, eventualmente, llegue a la Rosada.
No digo que todos pretendan esto, pero sí la mayoría. No digo que los cuatro puntos se apliquen a todos, pero sí a casi todos.
En fin, que quieren mostrar que están y para hacerlo no les importa subirse a cualquier bondi, en este caso los de la UTA que fueron los que empezaron.
En fin, de nuevo, que Moyano y sus muchachos paran por una cuota de poder, los zurdos (no saben como duele escribirlo) paran porque siguen atados al “cuanto peor, mejor” y creen a pie juntillas que todo lo que no sea colectivizar es bonapartismo (esas palabras son maravillosas para no pensar), los defensores de la Libertad y la República fogonean detrás de bambalinas, porque, como el tero, gritan contra la deshonestidad, pero lo que realmente les importa es la baja, por mínima que sea, de su tasa de Ganancia… y porque ya no tienen toda, aunque les queda una gran porción, la torta.

Del otro lado las razones para no parar se dividen.

Algunos, militantes, se abroquelan en la defensa del impuesto porque ven, y no les falta razón, en cada uno de estos “actos” un intento de pudrir todo. De llevarse puesta a Cristina, a los logros, a lo que falta, al intento (todo lo embrionario que se quiera) de hacer de esta tierra algo más que una factoría próspera para unos pocos.

Otros, me incluyo, porque cada ataque a La Yegua, cada embestida contra el gobierno, es una embestida contra cosas que no son exclusivas de los K; democracia más participativa, crecimiento con inclusión, memoria histórica. Y no hay muchos lugares, fuera del variopinto Frente para la Victoria, desde donde se levanten estas banderas. Y desde donde se las pueda, entre tanto barro, hacerlas un poco menos metáforas y un poco más realidades.

Paro; muy bien. Modificar la base tributaria para que sea más progresiva; brindo por eso. Avanzar por un Estado de trabajadores, ¡cómo no!
¿Con Moyano y el Momo?
¿Con Micheli?
¿Con los orates del PO?
¿Para hacerle el juego a los poderes que vienen por todo lo conseguido?
¿Para regresar al pasado?
¿Para disciplinar al futuro presidente, si hiciera falta?
¿Para lograr lo que no pudieron con las corridas, los lock outs, las acusaciones del fiscal fiestero, las tapas de Clarín o de Noticias, las denuncias inverosímiles, la crítica permanente a lo que sea?
No, chicos, estamos grandes para eso.

domingo, marzo 29, 2015

La risa



Respuesta biológica o forma de comunicación, la risa nos define como humanos.
Signo de confianza o señal de relajación, nos complace, nos alivia, nos hace parte de n grupo. Nadie ríe solo. Aún en el encierro más absoluto reímos con otros, presentes o en el recuerdo. Compartir la risa, contar el chiste, buscar la complicidad es uno de los gestos que nos hacen parte de algo mayor que nosotros mismos; un signo de cooperación.

Signo frágil por lo demás, signo efímero. Nada hay menos risible que explicar el humor. Se vive junto, se siente, no se analiza… porque entonces se convierte en otra cosa, en objeto de estudio, en cosa. Es como la relación amorosa, se resiste a la manipulación lógica. Quizás eso explique el temor que sienten ante la risa los dictadores y los neuróticos. Y los intolerantes que son la mezcla de ambos.

Los diccionarios han reservado poco lugar a la risa, al humor, al chiste.

La escuela, tristemente, también solía excluir de su currícula la risa. Quien no ha padecido aquel severo: “¿Y usted de qué se ríe?” O el consabido: “A ver, cuéntelo, así nos reímos todos”. La risa se asociaba a la vergüenza, a lo prohibido, a la culpa. Por supuesto, dado que la risa es liberadora, en la misma condena estaba su redención porque nos reíamos aún más ante el reto severo…

Temida y deseada. Liberadora y subversiva. Placentera y equívoca. La risa es la protagonista de la Historia no menos que las lágrimas o las pasiones.
Son innumerables los dioses o espíritus que se asocian con lo cómico. Sin olvidar aquellas fuerzas sobrenaturales que son naturalmente bromistas.

Los hebreos relacionaban la risa con el acto sexual, numerosos pasajes de la Biblia en los que el reír aparece cercano al amarse… Posición que comparten con los esquimales, entre otros; reír con una mujer es lo mismo que compartir el amor con ella…
Entre los griegos la palabra para expresar la risa (una de las dos, de hecho), significa también “brillo” o “resplandor”; la alegría es la luz, el humor es saludable y, nos cuentan los poetas, los dioses ríen en sus banquetes.
Sócrates usaba el humor como elemento de enseñanza, Platón, al contrario, inició la estirpe de los que condenaban todo tipo de regocijo.
Aristóteles escribió un libro sobre la comedia. Es una de sus obras perdidas, quizás, como sugiere Umberto Eco en El Nombre de la Rosa, porque los doctos temían el elogio de la risa.
El pueblo, que no hace caso de sesudos discursos, siguió riendo durante toda la Antigüedad…


 
 


De Jesucristo, dijo alguien, sabemos realmente que lloró, pero los evangelios nunca nos dicen que riera. Profundos pensadores han debatido el asunto con conclusiones tan diversas como imprecisas. Nadie dejó escrito que riera, nadie dejó escrito que no lo hiciera...

Lo cierto es que los cristianos si rieron alguna vez fue en los comienzos de su historia, porque poco a poco fueron adoptando aquel gesto adusto que hizo reflexionar a Nietszche; “Si fueron redimidos, quisiera verlos felices…”
Como con todas las cosas de este mundo, si muchos no reían y condenaban la risa, otros encontraban el modo de hacerla parte de la vida.
Y en los villorrios, las aldeas, los campos y las ciudades medievales la risa aparecía por todas partes. Muchas veces en boca del cura de pueblo o del fraile aficionado al canto y la bebida…
Los franciscanos, sobre todo, fueron célebres por su sentido del humor.
El propio san Francisco de Asís era un personaje que reía, cantaba y celebraba la vida.
Con el Renacimiento renace, también, la risa.
La comedia adquiere vuelo propio y un lugar, conseguido a fuerza de codazos y pantomimas, en la gran literatura.
Voces aisladas se alzan, todavía, contra ella, contra la risa, contra la alegría de vivir, pero cada vez son menos.
Y sin embargo, cuán poderosas. Cuán terribles con sus libros prohibidos y sus cómicos censurados.
La risa, escribe Umberto Eco en su novela,  libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo...