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viernes, febrero 05, 2010

No eran tan buenos los tiempos 3 y último





El socialismo (versión posmoderna) gobierna la provincia de Santa Fe desde el 11 de diciembre de 2007. Después de las promesas de la campaña nos encontramos con un importante déficit en materia económica y, lo que es más importante, social. La administración Binner está lejos de satisfacer las expectativas que despertó en un sector importante de la población. Rojo en las cuentas provinciales, incumplimiento de compromisos asumidos, imposibilidad de llevar adelante la Reforma Tributaria (ni hablar de la constitucional), crisis energética, crecimiento del delito... No es cuestión de buscar "culpas", entiendo muy bien lo que representa, estructuralmente, el Estado y por eso no espero demasiado de este o aquel partido; pero tampoco vale el cómodo expediente de decir el Estado es la junta de administración de la clase dominante... y quedarse tranquilo con la cita de Illich, pues si es ciertamente eso, también es mucho más y clasificar no nos exime del trabajo de entender. El propósito de este artículo es, apenas, comprender cómo una administración que llegó al poder con el 48% de los votos, con la intención de modificar el rumbo de la provincia pueda encontrarse en esta situación crítica y esperando fondos del gobierno nacional para evitar una masiva huelga de estatales...




El peronismo gobernó Santa Fe desde el retorno de la democracia, vale decir durante casi 25 años, un cuarto de siglo, una generación, demasiado tiempo.
Sus administraciones fueron desde pésimas hasta medianamente correctas; lo mejor que se puede decir de ellas es que mantuvieron "la cosa" funcionando, llevaron adelante algunas obras públicas, pagaron los sueldos, condonaron impuestos a los poderosos, intentaron una torpe política sanitaria, social y educativa, otorgaron contratos exorbitantes a los "amigos", siguieron fielmente las directivas del gobierno federal de turno y su lema, quizás calcado sin saber del de París, fue "Fluctuat nec mergitur", flota sin sumergirse. Si la provincia no se hundía, decían Vernet, Reviglio, Reutemann y Obeid, entonces todo estaba bien.

Durante la mayor parte de esos años la oposición consistía en dos partidos de escasa diferencia a la hora de actuar, o no hacerlo, uno de ellos de alcance nacional; el radicalismo, y el otro provincial; la democracia progresista ambos nombres notablemente equívocos (pero de eso hablaremos otro día). La coexistencia era pacífica y civilizada; los peronistas sabían que siempre iban a ser gobierno, controlando también el poder legislativo, y los otros que estaban destinados a contentarse con sus discursos.

De carambola, y casi como en una película de enredos, el Partido Socialista, minoritario, histórico pero desvaído, llegó a la Intendencia de Rosario. Los rosarinos se acordarán como fue pero ahora no hay tiempo para contarlo...

Como sea, los muchachos amarillos hicieron bien las cosas. Se aferraron a la oportunidad, pusieron énfasis en la Salud, en (un poco menos) la asistencia social, y la Cultura. Capitalizaron el orgullo local (el insportable ego rosarino) y buscaron una fructífera alianza con los medios de comunicación, la Universidad y los lobbies locales. El socialismo en Rosario fue fiel a su tradición y su proyecto: progresismo de pequeño burgués con educación universitaria algo así como el despotismo ilustrado mezclado con retórica académica.
La política quedó a un lado; hubo mucho de gestión y bastante de comunicación y mercadeo. No es que fueron desastrosos (para eso está el PJ), pero lo cierto es que sus mejores iniciativas, por ejemplo el Presupuesto Participativo, siempre quedaron a mitad de camino. No se atrevieron, los "mormones", nunca se animan...
El deterioro de la imagen peronista en la provincia, el crecimiento de Rosario (tema para otro artículo), las alianzas con la oposición, un discurso inteligente y algo de suerte allanaron el camino de Binner a la Casa Gris.

Si bien en las formas se trata de un frente (Frente Progresista Cívico y Social, ¿vaya nombre!) el PS, partido de cuadros, controla las principales áreas de gobierno. En Diputados cuenta con la mayoría, pero no ocurre lo mismo en la Cámara de Senadores donde diversas facciones peronistas retienen el poder.

Hasta aquí la descripción del escenario.




El socialismo, hay que saberlo, carece de ideología y no tiene un programa claro de gobierno, en lo cual se parece al PJ. Lo distingue del peronismo un respeto casi fetichista por los grados universitarios, el amor inextinguible por los proyectos y la disciplina interno des sus cuadros, nutrida por una mística difusa que subordina (y justifica) todas las acciones en función del Partido. No en vano el calificativo de “mormones” que se les endilga. Para un PS no hay nada mejor que otro PS, excepto un PS con título académico.

Es claro que estos cuadros no se sienten, salvo en un diluido sentido histórico, expresión de la clase trabajadora; más bien encarnan un tipo social bastante difundido. Son profesionales con cierto barniz intelectual, respetuoso de los derechos civiles, cultor de los valores democráticos y burgueses y genuinamente conmovido por las desigualdades sociales. Como no tienen ninguna teoría acerca de la sociedad o la economía, aceptan al capitalismo como aceptan al clima o la hidrografía; datos inmodificables de la realidad. En una palabra, son auténticos liberales en el sentido más pleno de la palabra.

Que, pese a ello, sean considerados de centro izquierda habla claramente de nuestras anomalías políticas.

No sabían, cuando “tomaron el poder”, que no cumplirían con sus promesas de campaña; se reunieron, porque les gusta juntarse y charlar durante horas (sin pagar horas extra, por supuesto) y elaboraron planes políticamente correctos y emplearon profusamente la jerga de los cientistas sociales y crearon cargos de coordinación y…

Escasos fueron los resultados. Organizar un barrio era algo que podían hacer, una ciudad les costaba un poco más pero se apañaban para salir airosos, ¿una provincia?, bueno, es algo más complicado.

Se perdieron en el día a día y, cuadros al fin, fueron incapaces de forjar alianzas políticas útiles o siquiera funcionales, subestimaron a sus adversarios y, sobre todo, no pudieron construir poder; apenas un 5 en táctica y un reprobado en estrategia.

La inercia del peronismo unido en la obstrucción y los vaivenes de la economía provincial (atada a la producción agrícola) hicieron el resto.

El déficit en las cuentas públicas es producto tanto del manejo errado de los fondos como de la incapacidad para desmontar los mecanismos económicos y políticos de sus predecesores.

Conciente de ello, el PJ les marca la cancha y juega en el terreno que más le gusta. Poco les importa que Binner los exponga ante una sociedad indiferente, lo que cuenta es que se corte la luz, falle la seguridad y haya protestas sociales. Ya se sabe, si el gobierno no gobierna, ellos vuelven.

Es que llegar al poder es fácil, lo difícil es mantenerse en él.

¿Entonces?




Entonces el camino es casi intransitable para la asepsia del PS.

En tanto confunda gobierno con gestión, en tanto deje de lado la política, digo la construcción de poder, no de alianzas electorales, en tanto desconozca la complejidad de esta provincia y, sobre todo, en tanto no se atreva a comprometerse para lograr una mayor justicia social los tiempos en Santa Fe irán de mal en peor.

Es una lástima que suceda pero, cuando llueva, deberán recordar que fueron ellos mismos quienes empeoraron los tiempos...





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