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martes, octubre 13, 2009

Escuela media?


Estuve tentado, confieso, de hacer algún torpe juego de palabras con el titulo de la entrada: algo así como media escuela o escuela secundaria; escuela de segunda... pero me contuve (no tanto como se ve por este párrafo) porque el tema no da para bromitas tontas...

Mi paso por la Secundaria no puede evitar la referencia a aquellos años oscuros de dictadura, integrismo y sospecha. Tiempos en que la directora advertía a los padres sobre denuncias al Ejército si hablábamos de más, en que el preceptor nos revisaba el cuello para verificar el largo del pelo, en que celebrábamos el genocidio de los mapuches o íbamos a misa (era una escuela pública) para celebrar un aniversario. Días de represión e ignorancia.

La Secundaria que he visto como docente, con origen y raíces en la Primaria, o la que percibo como padre de una adolescente es bien diferente. Más abierta, más libre, menos exigente, permisiva podría decir, si este término significase algo.

Hey! Teachers! Leave them kids alone! escucho mientras escribo. Han pasado unos, muchos, años desde The Wall, han transcurrido siglos, parece, desde los reclamos de Iván Illich y la corriente anti escuela; cuando la utopía estaba al alcance de la mano.

La escuela media tiene el difícil deber de trabajar con chicas y chicos en el nunca sencillo tránsito hacia la vida adulta; digo mal, chicas y chicos que empiezan a vivir por sí mismos, demasiado inexpertos como para desarrollar una ética propia, con caprichos y obsesiones propias de esa maravillosa (o terrible, es lo mismo) edad de las desmesuras, con ideales difusos o insistentemente monótonos, seguros de que el futuro les pertenece, son inmortales y nadie los comprende (y lo más duro para nosotros es que tienen razón). ¡Menuda misión la de la vapuleada secundaria!

A este caos propio de la adolescencia, caos que, como todos puede crear un mundo o destruirlo "en la misma y sencilla operación" se le suma, se le carga, el peso de las reformas que ilusos, iluminados, impostores y/o ignorantes nos hicieron padecer ante la indiferencia de buena parte de la sociedad. Demasiadas reformas que destruyeron un sistema nunca del todo formulado. Si la primaria, mal que mal, pudo sobrevivir (el mérito es compartido por los docentes y la vieja y querida ley 1420) la secundaria se perdió del todo en los experimentos de las últimas dos décadas. Reconstruirla no será fácil ni obra de la buena voluntad.

Ante todo un diagnóstico.
Nuestra sociedad es muy diferente de aquella en la que nos formamos. El corte, la escisión, debe colocarse en los comienzos de los años 90. Esta década marca el verdadero final del siglo XX, con luces y con sombras, con un desencanto que no necesariamente es siempre negativo, con posibilidades que apenas comenzamos (veinte años después) a discernir, con nuevas maneras de ser y de relacionarse, con la pérdida de saberes que parecían evidentes, con el naufragio de valores que todos dábamos por sentados. The Wall, que sigo escuchando, habla de una realidad escolar que ya no existe y en la misma línea deben leerse la mayor parte de los ensayos pedagógicos al uso. Es como si pretendiésemos seguir hablando latín al día siguiente de la caída de Roma...

No es este, claro, el lugar para señalar los aspectos más relevantes de la sociedad del siglo XXI, sociedad fragmentada además, que atraviesa clases y fronteras de una manera que nos resulta hasta chocante para los NyCs en el siglo pasado. Sin embargo, me atrevo a decir que podemos inventariar en el haber de los jóvenes post noventa ciertas notas relevantes: una genuina preocupación por la igualdad, una saludable desconfianza por los sistemas cerrados y totalizadores y una actitud más realista, y de a ratos desesperanzada, acerca del mundo que los rodea. Incertidumbre, inercia, dificultades para enfocarse en un problema, gusto por las soluciones fáciles y un dejo de orfandad son, tal vez, el anverso de la moneda. Rápida mirada a un paisaje mucho más abigarrado pero que sirve como panorama general, así, a vuelo de pájaro.

En esta realidad, apenas, repito, esbozada. En este mundo cambiante, pletórico de tecnología (con su cortejo de miedos y esperanzas), manipulable y escéptico a la vez. En este arrabal del mundo (como bien dice Carlitos del Frade) poblado de compadritos, cajetillas y maulas en versión 2.0... ¿qué lugar tiene, si acaso, la escuela secundaria?

Como dijo Momigliano: Concludere non è facile... pero lo intentaremos en la próxima entrada.

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