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jueves, enero 15, 2009

La kafiyyah y la kipá. Un intento de historia de Palestina e Israel 2






Durante la Guerra, así se decía entonces antes de que la locura obligase a numerarlas, los británicos habían apoyado, para el futuro, las pretensiones independentistas árabes obteniendo, en el presente, la colaboración de algunos líderes locales. Cuando los turcos se fueran, imaginaban, se crearía un gran estado en base a la nacionalidad árabe.

Un Estado que iría desde Egipto a Iraq con su centro natural en Siria y Palestina. La correspondencia entre Husayn y Mc Mahon corroboraba esta promesa.

Durante la Guerra, también, los británicos había apoyado al movimiento sionista como una manera de atraerse a los judíos de Alemania y Austria, quienes por cierto no estaban tan interesados en “regresar a la Tierra Santa” como en el triunfo de sus respectivas naciones. La promesa de Londres se verificó en la forma de una declaración; La Declaración Balfour, que anunciaba la creación de un “hogar nacional judío” en el territorio palestino.

Dos promesas, en un mismo territorio, que entonces estaba en poder de otro estado.

La Guerra terminó, numerosas promesas no se cumplieron, pero una creciente cantidad de colonos judíos se establecieron en Palestina sentando las bases de un futuro estado. En un primer momento estos inmigrantes no despertaron recelos en la población local. Al fin y al cabo el lugar era un mosaico étnico. Sin embargo, al aumentar la compra de tierras por parte de la Agencia Judía, que se transformó, de hecho, en la gobernante real de las mismas, comenzaron las reacciones en contra.

Un caso ejemplar fue el de los olivos. Los árabes eran, en su mayoría, arrendatarios de los propietarios turcos quienes, según una inmemorial costumbre, consideraban a los mismos dueños de todo lo clavado y plantado, sobre todo los árboles de olivo. Cuando la Agencia compraba la tierra, los agricultores árabes eran desplazados y, de acuerdo a las leyes europeas, todo cuanto se hallaba en sus tierras, árboles especialmente, pasaba a ser propiedad judía. Esto motivaba frecuentes conflictos. Los campesinos árabes veían a los inmigrantes judíos como usurpadores mientras que éstos consideraban ocupantes ilegales a los agricultores locales.

La tensión derivó en mutuos ataques.
Los árabes llevaron a cabo una Gran Revuelta en 1936 entanto que los judíos crearon sus propias milicias de autodefensa; la Haganá, el Palmaj y el Irgan.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo árabes en ambos bandos. Los judíos, en tanto, intensificaron su inmigración pese a la oposición británica y se dividieron entre quienes deseaban proseguir la lucha contra los ingleses y los que, como la Haganá, propiciaban la colaboración con los Aliados.

El holocausto perpetrado por los nazis marcó hondamente la conciencia judía y despertó en muchos de ellos la convicción de que sólo podía evitarse una nueva masacre creando un estado propio.
Terminada la Guerra casi un cuarto de millón de judíos pretendía dejar Europa para asentarse en Palestina. Esto iba en contra de los intereses británicos quienes reforzaron sus cuotas de inmigración. El resultado fue que los grupos combatientes judíos se volcaron a la lucha por medio de acciones terroristas (como el Atentado de Irgún al Hotel Rey David) mientras que sobrevivientes de los campos de exterminio se lanzaban al mar en endebles navíos reciclados con destino a la tierra tantas veces prometida.

Así las cosas, en 1947 Gran Bretaña, jaqueada por sus propios problemas y con una situación que se le escapaba de las manos, renunció al Mandato pasándole el problema a las recién creadas Naciones Unidas.

Como suele suceder se creó un comité para resolver la cuestión. Un comité es un grupo de personas muy preparadas que, frente a hermosos mapas a color, diseña proyectos a menudo maravillosos e impracticables. En referencia a Palestina se barajaron dos opciones; la creación de un único estado, de carácter federal, árabe judío, o la constitución de dos; uno judío, otro árabe. Jerusalén, sagrada para demasiada gente, se convertía en una improbable ciudad internacional. Esta última fue la opción elegida y, como de costumbre, nadie dijo una palabra acerca de cómo se implementaría.


Mientras tanto, una verdadera guerra civil se desarrollaba en Palestina. Las fuerzas judías se enfrentaban abiertamente con las palestinas, bajo la inacción de las tropas británicas, ocupadas en organizar su inminente retiro.

El 15 mayo de 1948, un día antes de la retirada de las tropas británicas, David Ben Gurión, presidente de la Agencia Judía, proclamaba la creación del Estado de Israel en los territorios, notablemente discontinuos, que proponía en plan de las Naciones Unidas. Esta fecha es recordada por los judíos como Día de la Independencia, y por los palestinos como la Nakba, la Catástrofe.


El nuevo estado era formalmente laico y democrático. Se garantizaba la ciudadanía israelí a todos los habitantes del territorio; árabes o judíos. En números los judíos eran unos 500.000 mientras que los árabes sumaban más de un millón.

Llamamos a los árabes que viven en el Estado de Israel para que preserven la paz y participen en la construcción del Estado, siendo reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, con opción a ser representados en todas las instituciones provisionales y permanentes, decía la Declaración de Independencia. Sin embargo esto no se compadecía con otras proclamaciones que hablaban de Israel como de “un estado judío” y con la comprobación de que los nuevos gobernantes eran, de hecho, judíos.

La guerra, que no había cesado, se desencadenó con furia. Los ejércitos árabes vecinos invadieron el estado que ellos no reconocían y los judíos se aprestaron para una resistencia desesperada.

2 comentarios:

Editorial Carpe Literario dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Editorial Carpe Literario dijo...

Muy buen repaso histórico. Está claro que el estado de Israel se adueñó de lo que no es suyo. Y cómplices los medios masivos de comunicación siguen insistiendo en el terrorismo de Palestina mientras se mueren de hambre y viven una limpieza étnica a los ojos del mundo.
Y lo peor de todo es cuando hablan de antisemitismo por criticar las políticas de la dirigencia Sionista de Israel en nombre de su religión.