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jueves, enero 22, 2009

Pasado y presente


La caída, la derrota
El final de todo sueño
Alimenta otros mañanas
Héctor derrotado
El de la Cruz
Y Túpac desmembrado
El cuerpo de Ernesto
En La Higuera desangrado
Es el legado que los hombres
Dejamos a los hombres.
No mueren en paz
Quienes se atreven
Amados de los Inmortales
Sus jóvenes vidas se cortan
Cuando el hilo más fuerte parecía
Un viento helado silba
Entre las hojas
Para ganar el futuro
Hemos debido perder
Lo que más amábamos.
Cae triste la lluvia
En esta tarde
Y pienso en los héroes
Que murieron
No hay vida más bella
Que aquella que pende
Derrotada
Pues nos permite soñar
Con el mañana

Un fragmento de mi libro: Mitos Cristianos






6. Un mito antiguo de la Creación.

  1. Al comienzo estaban Yahvé y Rahab, a quien algunos llaman Tehom. Ambos eternos, ambos rivales. Yahvé era un dios poderoso y joven, Rahab una deidad antigua y temible. Yahvé creía en el orden, en la razón y en el poder. Rahab representaba el caos, lo imprevisible, la fuerza ciega de los elementos. Yahvé era el desierto y sus tempestades, Rahab; el mar y sus torbellinos. Yahvé era varón, Rahab, mujer.[1]
  2. En los oscuros tiempos en que los dioses batallaban sobre la Tierra; Rahab se alzó, poderosa, y dio a luz al temible monstruo marino, Leviatán. Todos los dioses y diosas se asustaron ante él y huyeron. Yahvé no temió, sin más tomó su arco de caza, el arco iris, y lanzó sus flechas contra la bestia, venciéndola. Sin perder un momento aplastó con una maza la cabeza de Leviatán, la gran serpiente marina, que desde entonces se convirtió en su fiel servidora y su diversión para los momentos de ocio. También se dice que, por entonces, dominó al monstruo terrestre Behemot. Luego arremetió contra Rahab, a la cual despedazó. De sus despojos salieron la Tierra y los seres que la habitan.[2]
  3. Yahvé hizo surgir las montañas del cuerpo muerto de Rahab y asentó los pilares de la Tierra en las más elevadas de entre ellas, luego fijó los límites del mar y estableció las rocas contra las cuales se estrella. Extendió el manto de los cielos, desplegándolo sobre la superficie plana del mundo, colocó las luminarias en él, el Sol y la Luna, formó las constelaciones y fijó sus movimientos a lo largo del año. Por fin creó el calendario, ordenando que los días y las noches se rigieran por el curso solar. Este fue el primer día, del primer año del mundo y desde entonces se celebra, con gran estrépito, la victoria divina el primer día de cada año.
  4. Triunfador, Yahvé se alzó en medio de la Asamblea de los Dioses, y se proclamó a sí mismo el único y supremo Dios, rebajando a los demás a la categoría de simples servidores. Durante un tiempo, sin embargo, permitió que alguno de ellos compartiera su morada terrenal, en la montaña del Norte, y así mantuvo a su lado a la gran serpiente Nehustán, a Helal, el Lucero y, especialmente, a Asherá, la Reina del Cielo, diosa que eligió como su consorte.[3]
  5. Sin embargo estos dioses se mostraron ingratos con Yahvé y le traicionaron. Nehustán pretendió ser considerada la salvadora de los hombres y Helal quiso igualar su poder con el de Yahvé, Asherá, por su parte, le fue infiel con alguno de los otros dioses. Así, pues, fueron expulsados de la montaña del norte hacia las regiones inhóspitas del sur y Yahvé, en solitario esplendor, reinó sobre la Tierra y sobre la Humanidad.[4]

[1] Job 9,13. Deuteronomio 33,2.

[2] Salmos 40, 4. 89, 6-15. 74, 12-17. Génesis 9, 13. Job 26, 12. 40, 15-21 41, 1-34. Isaías 51, 9. Libro de Enoc, 60, 7-8.

[3] Salmos 82, 1-7. Jeremías 7, 16-20. Templo de Tell Arad. Inscripción de Khirbet el Qom. Inscripción de Kuntillet Ajrud. A. Cowley, Aramaic Papyri of the Fifth Century B.C., Oxford, Clarendon Press, 1923, 147 (n.º 44,3).

[4] Segundo Libro de los Reyes, 18, 4. Isaías 14, 12. Jeremías 44,17. Salmos 47,1-2


miércoles, enero 21, 2009

¿En qué ando?, en nada, che, en nada...





Bueh, sí..., este...


Comencé el demorado proceso de escribir mis libros.

Una aventura y una elección.

Lo mío, evidentemente, no es escribir ficción, al menos por el momento. El ensayo, el volver a relatar viejos cuentos, la erudición en suma, son mi debilidad y mi aptitud. Libros que me demandan mucho estudio, lecturas y más lecturas, investigación, confrontación de textos, trabajo casi monástico, a ratos medieval en su soledad, por momentos esquivo, muchas veces gozoso.

Las vacaciones son un tiempo privilegiado para este tipo de escrituras.

Mi vieja biblioteca, que recupero del naufragio del 2006 (divorcio se llama), mi nueva Babel electrónica con una Internet engañosa y displicente, recuerdos que no sé bien de donde vienen, la obsesiva búsqueda del dato preciso para una cita que, tal vez, nadie leerá.

También intentos desmañados de leer el inglés, el francés, el italiano, el portugués, el latín, el griego y, en ocasiones en que me siento particularmente voluptuoso, hasta el hebreo (todas lenguas que nunca sabré hablar, que he estudiado como si estuvieran muertas con algebraica precisión) para comprobar si esa memoria era real, si estoy diciendo la verdad (como si la hubiera), que no afirmo nada que no esté investigado previamente.

Trabajo de hormiga, perfectamente inútil. ¿O no?

Los datos me permiten componer una historia. No sirvo para inventar personajes, mucho menos tramas interesantes. Busco informes que me permitan componer aproximaciones a lo que otros han dicho. Mis propias hipótesis bien marcadas, mis ideas que fomentaron la búsqueda original, expresadas con la intención ¿positivista? de lograr la máxima coherencia. Un relato formado por el destilado de otros, una historia que cuenta lo que ha sido dicho. Trabajo propio pero también eco ajeno. ¿Dónde está el límite?

La selección, la búsqueda de la palabra perfecta, del sinónimo adecuado, de la expresión justa. Claridad, concisión imposible de conciliar con esa desmesurada pretensión de atacar todos los flancos, de prevenir las objeciones, de no dejar espacio para la duda. Me corrijo, planteo preguntas, me permito equivocarme, titubear, avanzo…

Son dos libros diferentes. Demasiado ambiciosos. Tal vez escribo para mí aquello que me gustaría leer.



Historia, el primero.

Historia desde el comienzo.

Se titula Relatos de otros tiempos y lo planeé como una suerte de testamento para mis hijos, palabras que es posible que nunca quieran leer.


Terminé el primer capítulo, acerca del origen del ser humano y voy por el segundo, la prehistoria. A este ritmo lo terminaré dentro de varios lustros.


Una visión materialista y atea, por supuesto, a contramano de los tiempos que corren, sin bilis, sin amargura, con el optimismo del que está seguro de la victoria final, aunque, en realidad, sepa que tal victoria final no existe. Me emociona pensar en que somos materia que piensa, me fascina saber que no debemos nada a seres sobrenaturales y que el futuro no está escrito en ningún lado, me apasiona relatar como evolucionamos, conquistamos la materia y la energía, marcamos el tiempo y, ahora, nos preparamos para dar origen (¿en cien años, en doscientos, en medio milenio?) a la nueva humanidad.


Mis valores, hijos de la Ilustración, están allí; la ciencia, la filosofía de la praxis, la libertad, el respeto por la naturaleza pero no a la manera de los pueblos primitivos, admirables por varias razones, sino al modo del comunista que recupera la sociedad sin clases desde un lugar de saber…



Mitología, el segundo.

Mitos que dieron forma a mi infancia y adolescencia. Mitos en los que creí, mitos entrañables que no acepto, pero que me gusta contar.


Siguiendo el modelo de Robert Graves (Los mitos griegos) he comenzado Los mitos cristianos. Una recopilación de las leyendas, consejas, creencias y mitos de los creyentes en Cristo, sean católicos, ortodoxos, protestantes o mormones, sin olvidar a los buenos de los gnósticos. Cada capítulo, voy por el sexto, contiene un relato del mito, integrando elementos de diferentes fuentes (la Biblia, los Santos Padres, el Catecismo, Santo Tomás, pero también los apócrifos, las visiones, las posiciones doctrinales de cada secta), una lista de referencias, lo más exhaustiva posible, dan fe del origen de mis afirmaciones. Luego el comentario, datos históricos que contextualizar el mito, reflexiones personales, un dejo de humor volteriano, pero muy, muy suavizado, pretende recorrer toda la obra. Me he divertido mucho contando esas deliciosas fantasías.

Comencé el demorado proceso de escribir mis libros. Y, crean, es algo maravilloso.

jueves, enero 15, 2009

La kafiyyah y la kipá. Un intento de historia de Palestina e Israel 2






Durante la Guerra, así se decía entonces antes de que la locura obligase a numerarlas, los británicos habían apoyado, para el futuro, las pretensiones independentistas árabes obteniendo, en el presente, la colaboración de algunos líderes locales. Cuando los turcos se fueran, imaginaban, se crearía un gran estado en base a la nacionalidad árabe.

Un Estado que iría desde Egipto a Iraq con su centro natural en Siria y Palestina. La correspondencia entre Husayn y Mc Mahon corroboraba esta promesa.

Durante la Guerra, también, los británicos había apoyado al movimiento sionista como una manera de atraerse a los judíos de Alemania y Austria, quienes por cierto no estaban tan interesados en “regresar a la Tierra Santa” como en el triunfo de sus respectivas naciones. La promesa de Londres se verificó en la forma de una declaración; La Declaración Balfour, que anunciaba la creación de un “hogar nacional judío” en el territorio palestino.

Dos promesas, en un mismo territorio, que entonces estaba en poder de otro estado.

La Guerra terminó, numerosas promesas no se cumplieron, pero una creciente cantidad de colonos judíos se establecieron en Palestina sentando las bases de un futuro estado. En un primer momento estos inmigrantes no despertaron recelos en la población local. Al fin y al cabo el lugar era un mosaico étnico. Sin embargo, al aumentar la compra de tierras por parte de la Agencia Judía, que se transformó, de hecho, en la gobernante real de las mismas, comenzaron las reacciones en contra.

Un caso ejemplar fue el de los olivos. Los árabes eran, en su mayoría, arrendatarios de los propietarios turcos quienes, según una inmemorial costumbre, consideraban a los mismos dueños de todo lo clavado y plantado, sobre todo los árboles de olivo. Cuando la Agencia compraba la tierra, los agricultores árabes eran desplazados y, de acuerdo a las leyes europeas, todo cuanto se hallaba en sus tierras, árboles especialmente, pasaba a ser propiedad judía. Esto motivaba frecuentes conflictos. Los campesinos árabes veían a los inmigrantes judíos como usurpadores mientras que éstos consideraban ocupantes ilegales a los agricultores locales.

La tensión derivó en mutuos ataques.
Los árabes llevaron a cabo una Gran Revuelta en 1936 entanto que los judíos crearon sus propias milicias de autodefensa; la Haganá, el Palmaj y el Irgan.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo árabes en ambos bandos. Los judíos, en tanto, intensificaron su inmigración pese a la oposición británica y se dividieron entre quienes deseaban proseguir la lucha contra los ingleses y los que, como la Haganá, propiciaban la colaboración con los Aliados.

El holocausto perpetrado por los nazis marcó hondamente la conciencia judía y despertó en muchos de ellos la convicción de que sólo podía evitarse una nueva masacre creando un estado propio.
Terminada la Guerra casi un cuarto de millón de judíos pretendía dejar Europa para asentarse en Palestina. Esto iba en contra de los intereses británicos quienes reforzaron sus cuotas de inmigración. El resultado fue que los grupos combatientes judíos se volcaron a la lucha por medio de acciones terroristas (como el Atentado de Irgún al Hotel Rey David) mientras que sobrevivientes de los campos de exterminio se lanzaban al mar en endebles navíos reciclados con destino a la tierra tantas veces prometida.

Así las cosas, en 1947 Gran Bretaña, jaqueada por sus propios problemas y con una situación que se le escapaba de las manos, renunció al Mandato pasándole el problema a las recién creadas Naciones Unidas.

Como suele suceder se creó un comité para resolver la cuestión. Un comité es un grupo de personas muy preparadas que, frente a hermosos mapas a color, diseña proyectos a menudo maravillosos e impracticables. En referencia a Palestina se barajaron dos opciones; la creación de un único estado, de carácter federal, árabe judío, o la constitución de dos; uno judío, otro árabe. Jerusalén, sagrada para demasiada gente, se convertía en una improbable ciudad internacional. Esta última fue la opción elegida y, como de costumbre, nadie dijo una palabra acerca de cómo se implementaría.


Mientras tanto, una verdadera guerra civil se desarrollaba en Palestina. Las fuerzas judías se enfrentaban abiertamente con las palestinas, bajo la inacción de las tropas británicas, ocupadas en organizar su inminente retiro.

El 15 mayo de 1948, un día antes de la retirada de las tropas británicas, David Ben Gurión, presidente de la Agencia Judía, proclamaba la creación del Estado de Israel en los territorios, notablemente discontinuos, que proponía en plan de las Naciones Unidas. Esta fecha es recordada por los judíos como Día de la Independencia, y por los palestinos como la Nakba, la Catástrofe.


El nuevo estado era formalmente laico y democrático. Se garantizaba la ciudadanía israelí a todos los habitantes del territorio; árabes o judíos. En números los judíos eran unos 500.000 mientras que los árabes sumaban más de un millón.

Llamamos a los árabes que viven en el Estado de Israel para que preserven la paz y participen en la construcción del Estado, siendo reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, con opción a ser representados en todas las instituciones provisionales y permanentes, decía la Declaración de Independencia. Sin embargo esto no se compadecía con otras proclamaciones que hablaban de Israel como de “un estado judío” y con la comprobación de que los nuevos gobernantes eran, de hecho, judíos.

La guerra, que no había cesado, se desencadenó con furia. Los ejércitos árabes vecinos invadieron el estado que ellos no reconocían y los judíos se aprestaron para una resistencia desesperada.

miércoles, enero 14, 2009

La kafiyyah y la kipá. Un intento de historia de Palestina e Israel



Olvidemos, pues aspiramos a la comprensión, las entrañables mitologías. Dejemos de lado a Josué y a David, a Mahoma y la Miraj, a Belén o al Gólgota.

No olvidemos, sin embargo, que para los que vivieron, viven y padecen, esta historia todo ello es tan real como el paisaje, el clima o los sucesos de ayer…

La historia que nos interesa comienza en el siglo XIX, como tantas ligadas al nacionalismo, esa enfermedad infantil de la Humanidad.

El primer escenario es Palestina, un mero nombre geográfico por entonces. Parte del Imperio Otomano, o Turco, un estado tan frágil que era conocido como "el enfermo", débil puerta entre el Mediterráneo y los campos petrolíferos recién descubiertos en Irán, acceso vital a las regiones del Medio y Lejano Oriente. Allí, en medio de la corrupción y la desidia de las autoridades del imperio, viven, y a veces conviven, árabes, drusos, judíos y armenios. Se distinguen antes por su religión que por su nacionalidad y son sus líderes, llámense ulemas, obispos o rabinos, los que los representan ante el absentista estado otomano El Imperio se tambalea y las potencias europeas juegan a debilitarlo cada día más, pero cuidándose de hacerlo caer; una pieza más en el Gran Juego como se llamaba por entonces a las relaciones exteriores. Algunos jóvenes, lúcidos, se preguntan cómo hacer para liberarse del despotismo del Sultán; más que musulmanes gustan llamarse árabes, pues entre ellos también hay cristianos, comienzan a mirar con orgullo su historia y reivindican la tolerancia de los primeros califas, la gloria de Damasco y el esplendor de Bagdad.

Nos movemos ahora hacia Europa. La luz de la civilización, aún con pocos traumas que resolver, brilla en todo su esplendor. Francia y Gran Bretaña se disputan la hegemonía en el continente y el mundo (lejos de allí los Estados Unidos miran y aprenden) explorando, registrando, buscando materias primas, mercados, restos arqueológicos y un toque de exotismo para lo que en unos años llamarán el imperialismo. Las potencias de segundo orden; Alemania, Italia, Austria Hungría, envidian a estos grandes estados nación, los imitan, exploran el mundo y pretenden quedarse con porciones del mundo que ellos aún no han reclamado.

Europa se ufana de haber dejado atrás la religión, pero sigue definiéndose por su cristianismo, y los judíos viven permanentemente bajo sospecha. Ellos también, en gran medida, se han asimilado a la cultura cosmopolita del “fin de siglo”, se consideran europeos y desprecian las tradiciones del gueto. Basta, con todo, que aparezca un emergente para que salga a relucir el anti judaísmo de los cristianos europeos y comience la persecución. Como a Dreyfus, el oficial francés acusado de espionaje sólo por ser de origen judío…

En esta Europa próspera no todos han alcanzado la dicha. La inmensa mayoría de los trabajadores padece condiciones inhumanas de explotación y para quienes se oponen a esta situación hay un solo camino; se llama socialismo.

El tercer escenario nos lleva a un tiempo histórico intermedio entre el medio evo otomano y la modernidad europea; el vasto Imperio Ruso. Primitivo y avanzado al mismo tiempo, donde conviven los príncipes y los siervos recién liberados, donde el Zar todavía es el “Padrecito” y los monjes determinan la vida de las comunidades campesinas. Aquí también conviven diferentes pueblos, pero los judíos, son los más diferentes de todos. De tanto en tanto el alcohol, la desidia, el interés o la prédica desata brutales persecuciones que hasta darán nombre a todo atentado anti judío: pogrom.

Las comunidades judías de Rusia y el este europeo están menos libres de la religión que sus hermanas occidentales, pero son más numerosas, activas y cuentan con marcas de identidad muy fuertes, aquellas que surgen del peligro compartido, del acoso permanente, de la terquedad y la resignación.

Son tiempos de movimientos de pueblos. Millones cruzan los océanos para iniciar nuevas vidas en tierras lejanas. La colonización de espacios vírgenes, no se menciona demasiado a los nativos no europeos, enciende la imaginación. Empezar todo de nuevo bajo las babélicas torres de Nueva York, en las interminables llanuras de Argentina o en el fértil litoral del Brasil es una opción más atractiva, y menos arriesgada, que la lucha que proponen los socialistas. Es, también, la aventura, la sensación de participar en algo más grande que uno mismo, el desafío y el lanzarse en manos del destino en una ebriedad casi de juego con una lucidez casi de misión.

En ese ambiente, nacionalismo, socialismo, colonización y juegos políticos es donde surge el sionismo. Lo funda un periodista inteligente y poco sutil, condición indispensable para el ejercicio de la profesión, y se traza una misión que cualquier otro consideraría imposible; construir un estado para el pueblo judío. Como no sabía que era imposible terminaría lográndolo.

No haremos aquí la historia de Theodor Herlz, el periodista devenido en constructor de utopías, ni del sionismo que, minoritario al comienzo, se hizo respetar por su tenacidad y claridad de objetivos. Mencionaremos, sí, que muchos sionistas consideran que el pensamiento socialista es perfectamente compatible con su objetivo; no aspiran a un estado judío regido por la vieja ley de Moisés, sino a un estado laico, conformado por obreros y campesinos, que recoja en sí lo mejor de las esperanzas de los profetas hebreos, la justicia, la paz y la libertad serán los valores de la modernidad que creerán ver anticipados en las palabras de Isaías o Jeremías. Y no se contentan con profesar estas ideas, pretenden hacerlas realidad; de manera que en lugar de emigrar a América prefieren establecerse en los inhóspitos eriales del borde del desierto, allí en la añorada Palestina. Sus granjas colectivas, kibutzim, surgen como pequeños oasis ante la suspicacia y sorpresa de sus vecinos árabes. Toda la organización aprendida en la Europa burguesa, todas la hipótesis esbozadas por los teóricos socialistas, toda la tenacidad de quien se juega la vida son puestas en juego allí y dan nacimiento a un nuevo tipo de judío; el colono.

La guerra, largamente anticipada, estalla al fin en 1914. El mundo nunca volverá a ser el mismo. De las ruinas humeantes de cuatro años de batallas mundiales surge el primer estado socialista, la Unión Soviética, y caen antiguos imperios; entre ellos el Otomano.

Franceses e ingleses, vencedores, acuden a repartirse los despojos del Sultán. Siria queda para los vivaces hijos de la Francia, Palestina, a uno y otro lado del Jordán, para los imperturbables súbditos de su Graciosa Majestad Británica. Son los tiempos del “Mandato” y aquí comenzará la segunda parte de nuestra historia.

martes, enero 13, 2009

Gaza, sin simplismos





Desde el comienzo de la ofensiva militar, murieron 917 palestinos y más de 4.300 resultaron heridos en la Franja de Gaza, según informes palestinos.

Por el lado israelí han muerto 13 personas, nueve soldados y cuatro civiles alcanzados por los cohetes de milicianos palestinos. (Télam)

En su concisión la noticia es clara ¿qué clase de guerra es ésta donde mueren 900 de un bando y 13 del otro?

Asimétrica, la llaman los teóricos del ¿arte? de la guerra. Injusta podrían decir los primeros tratadistas del derecho de gentes. Otros apelativos se me ocurren pero uno sólo engloba a todos: tragedia.

Y la tragedia no es solamente para los cientos de muertos de Gaza, abarca más, mucho más. La tragedia es la de una tierra demasiado santa, la de dos tradiciones religiosas que son traicionadas en lo más puro que pueden tener, la de naciones y culturas milenarias, la de la Humanidad incapaz de salir del círculo de hierro de las armas.

La condena a las acciones de Israel es casi unánime, poco ayuda a comprender la postura del Estado judío (apoyado por gran parte de su población) el apoyo, solitario, de los Estados Unidos. Las imágenes hablan por sí solas y sesenta años de terrorismo, ocupación, jactancias, invocaciones al dioses ausentes, resoluciones incumplidas y desprecio por los derechos humanos en ambos "lados" hacen que en este tema, en esta tragedia, haya poco lugar para la reflexión.

Intentaré, empero, no ser simplista. Hace tiempo que quiero escribir sobre la situación en el Cercano Oriente y, realmente, suspendí varias veces la redacción del artículo con "temor y temblor".

Admiro profundamente la tradición judía. Respeto en gran medida, aunque la conozco menos, la cultura islámica; especialmente la de los sufíes. Reconozco valores propios en la herencia cristiana que ha contribuido a formarme. No creo en sus dioses, pero encuentro mucho de bueno en la moral de las religiones abrahámicas.

Es por eso que esta guerra, en un plano diferente al de la cuestión humanitaria, me resulta especialmente dolorosa. Si es un crimen, y lo es, matar a un ser humano ¿no es criminal también destruir una cultura? ¿no es un acto salvaje tracionar lo mejor de nosotros mismos, de nuestras tradiciones y valores?

Sería muy fácil, amén de mentiroso, quedarme con las sentencias al uso.

Israel el agresor y las víctimas palestinas en una versión; lamentablemente no desprovista de veracidad.



Así lo ve el mundo árabe (http://www.youtube.com/watch?v=IfhI9qln4M8)

El islamismo terrorista que pone a sus ciudadanos como escudos humanos frente a un pueblo pacífico que sólo quiere defenderse, en la otra forma de contar la historia, tampoco ésta ¡ay! del todo incorrecta.

Así lo ve Israel (Aish Latino)

Sería cómodo ponerse en la posición de aquel juez que decía a uno y a otro que ambos tenían la razón. Hamas es terrorista e Israel es agresor; escuchando a cada uno, por encima de las bombas, cuentan versiones tan diferentes en su parecido que uno se siente tentado a conceder a los dos la razón en este conflicto interminable.

Quizás esto suceda porque la razón, o la lógica occidental, tengan poco que hacer aquí. Quizás desde el momento en que se hace intervenir a esa entidad fantástica llamada Dios, todo discurso meramente humano queda destruido desde su base. Quizás suceda que se peque de ingenuidad al analizar el conflcito en términos de pueblos en lucha, o aún de tradiciones culturales, cuando la realidad es que en ese tablero de ajedrez (nunca mejor empleada la comparación) de montes, desiertos y nombres evocadores intervienen jugadores ajenos que manipulan pasiones, mitos, esperanzas y vidas en procura de diminutos intereses económicos.

La historia, que siempre he considerado mi aliada, se vuelve también poco menos que inútil en estas regiones de Oriente. No sólo porque judíos y palestinos han dado una nueva confirmación, rotunda esta vez, a ese viejo dicho que señala que "la verdad es la primera víctima de toda guerra" sino porque la misma historia de Canaán, Israel, Abar Nahara, Judea, Samaría y Galilea, Palestina, Tierra Santa y tantos nombres más está ocultra tras montañas de escorias mitológicas y construcciones hipotéticas.

Nombres antiguos para nuevas realidades, apelación a dudosas continuidades, reescritura de los testimonios, mapas fraguados y versiones contradictorias entorpecen cualquier intento de pensar históricamente la realidad de estas tierras. Si le añadimos la falacia de los anacronismos, los nacionalismos inventados, las frases fuera de contexto y los párrafos de los libros santos tergiversados, aumenta geométricamente la imposibilidad de entender los orígenes de este conflicto.

Y esto es terrible, porque no hablamos de cuestiones ociosas, sino de la vida, y la muerte, de millones de personas. De nosotros mismos, por más lejanos que nos sintamos de esta guerra ¿o nos hemos olvidado de la AMIA?

Un esfuerzo, menor en medio de tanta muerte, vale la pena para entender lo que sucede.

Mañana: Breve (e imparcial) historia de un conflicto

domingo, enero 11, 2009

12 Mitos Sobre el Hambre






A veces, cuando uno no puede hilar dos frases coherentes, es mejor copiar y pegar lo que escriben otros, más lúcidos o menos obsesivos a la hora de redactar...

Esta es la traducción del breve resumen preparado por Food First del libro World hunger: 12 Myths, Segunda Edición, de Frances Moore Lappé, Joseph Collins y Peter Rosset con Luis Esparza. Grove Press y Food First Books, Octubre 1998.

El hambre no es un mito,
son los mitos que nos impiden acabar con el hambre.
Por lo menos 780 millones de personas no tienen lo suficiente para comer.
Cada año el hambre mata 12 millones de niños en todo el mundo.
Porque hay tanta hambre?
Que podemos hacer acerca de esto?


Para responder estas preguntas necesitamos desaprender mucho de lo que nos ha sido enseñado.

Solamente liberándonos de la manera de concebir este problema que es ampliamente divulgada a través de mitos, podremos entender las raíces del hambre y ver que podemos hacer para terminar con ella.

Mito 1: No hay suficientes alimentos para todos.

Realidad: Abundancia, no escasez, es lo que mejor describe la disponibilidad de comida en el mundo. Suficiente trigo, arroz y otros granos son producidos para proveer a cada ser humano 3.500 calorías al día. Esto sin considerar siquiera muchos otros alimentos consumidos comúnmente, como vegetales, frijoles, nueces, tubérculos, frutas, carnes o pescados. Hay suficientes alimentos disponibles para proveer por lo menos dos kilogramos de comida por persona al día en todo el mundo! El problema es que mucha gente es muy pobre para comprar los alimentos que hay disponibles. Inclusive muchos de los "países con hambre" tienen suficiente comida para toda su población en este momento. Muchos de ellos son exportadores netos de alimentos y de otros productos agrícolas.

Mito 2: La naturaleza es culpable de la hambruna

Realidad: Es muy fácil culpar a la naturaleza. Fuerzas creadas por los seres humanos están haciendo a la gente cada vez más vulnerable a los caprichos de la naturaleza. Hay siempre comida disponible para aquellos que puedan pagarla y la hambruna, en los tiempos difíciles golpea solamente a los más pobres. Millones viven al borde del desastre en el sur de Asia, Africa y otras partes, porque fueron despojados de sus tierras por una minoría poderosa, y están atrapados permanentemente por la presión de las deudas o recibiendo salarios miserables. Los eventos naturales rara vez explican las muertes; ellos son simplemente el empujón final sobre el abismo. Instituciones y políticas, hechas por seres humanos, determinan quienes comen y quienes pasan hambre en los tiempos difíciles. Asimismo, en los Estados Unidos, muchos de los que no tienen casa mueren de frío cada invierno y a pesar de esto la responsabilidad última no la tiene el clima. Los reales culpables son una economía incapaz de ofrecer a todos oportunidades y una sociedad que coloca la eficiencia económica por encima de la compasión.


Mito 3: Hay demasiada gente

La Realidad es que las tasas de nacimiento están decreciendo rápidamente en todo el mundo. En algunas regiones del Tercer Mundo se empieza a tener una transición demográfica cuando las tasas de crecimiento caen como respuesta a una caída en las tasas de mortalidad. Aunque el rápido crecimiento de la población sigue siendo una seria preocupación en muchos países, en ninguna parte la densidad de la población explica el hambre. Por cada país densamente poblado y con problemas de hambre como Bangladesh, encontramos países como Nigeria, Brasil o Bolivia, donde abundantes recursos alimentarios coexisten con el hambre. Costa Rica, únicamente con la mitad de hectáreas de cultivo por persona de Honduras, tiene una expectativa de vida--uno de los indicadores de nutrición--once años superior a la de Honduras y muy cerca de la de los países desarrollados.

El rápido crecimiento de la población no es la causa originaria del hambre. Como el hambre misma, resulta de las desigualdades básicas que despojan a las personas, especialmente a las mujeres pobres, de oportunidades económicas y seguridad. El rápido crecimiento de la población y del hambre son endémicos a las sociedades donde la propiedad de las tierras, los trabajos, la educación, el cuidado de la salud y la seguridad de las personas de la tercera edad están fuera del alcance de la mayoría de las personas. Aquellas sociedades del Tercer Mundo con éxitos impresionantes y rápidas reducciones de la tasa de crecimiento de la población como China, Sri Lanka, Colombia, Cuba y el estado de Kerala en la India, demuestran que la vida de los pobres, especialmente de las mujeres pobres, debe mejorar antes de que pueda escoger tener menos hijos.

Mito 4: Más alimentos a costa del medio ambiente.

Realidad: Debemos estar alarmados de que la crisis del medio ambiente está disminuyendo los recursos para la producción de alimentos, pero el tener que escoger entre nuestro medio ambiente y la necesidad del mundo por alimentos no es inevitable. Los esfuerzos por alimentar a los hambrientos no están causando la crisis ambiental. Grandes corporaciones son las principales responsables de la deforestación porque crean, y se benefician de, la demanda de maderas tropicales y alimentos exóticos o fuera de estación para los consumidores de los países desarrollados. La mayoría de los pesticidas usados en el Tercer Mundo son aplicados a los cultivos de exportación, que juega un rol muy pequeño en la alimentación de los hambrientos, mientras que en los Estados Unidos estos son utilizados para darle una impecable apariencia cosmética a los productos, sin ninguna mejoría en su valor nutricional.

Existen alternativas en este momento y muchas más son posibles. El éxito de los agricultores orgánicos en los Estados Unidos, ofrece una idea de las posibilidades. El éxito reciente de Cuba al superar su crisis alimentaria a través de autoabastecimiento y de una agricultura sostenible y casi totalmente libre de pesticidas, es otro buen ejemplo. Realmente, alternativas agrícolas ecologicamente sustentables pueden ser más productivas que las que destruyen el medio ambiente.

Mito 5: La Revolución Verde es la respuesta

Realidad: Los avances productivos de la Revolución Verde no son un mito. Gracias a las semillas mejoradas, muchos más millones de toneladas de granos están siendo cosechadas por año. Pero enfocándose solamente en el incremento de la producción no puede aliviar el hambre porque falla en la alteración de la apretada concentración de la distribución del poder económico que determina quienes pueden comprar los alimentos adicionales. Es por esto que en varios de los países en que los que ha tenido mayores éxitos la Revolución Verde--India, México y las Filipinas--la producción de granos y en algunos casos las exportaciones han aumentado, mientras que el hambre ha persistido y la capacidad productiva de los suelos a largo plazo se ha degradado. Ahora debemos combatir las amenazas de una "Nueva Revolución Verde" basada en la biotecnología, la cual amenaza con acentuar mucho más las desigualdades.

Mito 6: Las fincas mas grandes son las mas eficientes.

Realidad: Grandes propietarios que controlan gran parte de las mejores tierras con frecuencia dejan muchas de ellas improductivas. Sistemas injustos de producción, dejan las tierras agrícolas en manos de los productores más ineficientes. En contraste, pequeños agricultores normalmente obtienen entre cuatro y cinco veces más rendimiento por hectárea, en parte porque trabajan sus tierras en una forma más intensiva y emplean sistemas productivos integrados, y con frecuencia más sostenibles. La redistribución de tierras puede favorecer la producción. Reformas agrarias integrales han incrementado notablemente la producción en países tan diversos como Japón, Zimbabwe y Taiwan. Un estudio del Banco Mundial del nordeste del Brasil, estima que redistribuyendo las tierras en pequeñas parcelas se incrementaría la producción hasta en un sorprendente 80 por ciento.

Mito 7: El libre mercado puede terminar con el hambre

Realidad: Desafortunadamente, la fórmula: "el mercado es bueno, el gobierno es malo" nunca puede ayudar a dirigir los esfuerzos hacia las causas del hambre. Esta posición dogmática nos lleva a pensar equivocadamente que una sociedad puede optar por uno o por otro, cuando de hecho toda economía en el mundo combina el mecado y el gobierno en la designación de recursos y distribución de bienes. De todas maneras, las eficiencias maravillosas del mercado solamente pueden trabajar para eliminar el hambre, cuando el poder de compra esté ampliamente repartido. Entonces todos aquellos que creen en la inutilidad del mercado y en la necesidad de terminar con el hambre deben concentrarse en la promoción no en el mercado, sino en los consumidores! En esta tarea, el gobierno tiene un rol muy importante contrarrestando la tendencia hacia la concentración económica, a través de impuestos reales, créditos y reformas agrarias para distribuir el poder de compra hacia los pobres. Las recientes tendencias hacia la privatización y desregulación no son definitivamente la respuesta.

Mito 8: El comercio libre es la respuesta

Realidad: La fórmula de promoción del comercio ha probado ser uno de los peores fracasos para aliviar el hambre. En casi todos países del Tercer Mundo las exportaciones se han incrementado mientras que el hambre continua e inclusive ha empeorado. Mientras que las exportaciones de soya se han incrementado en Brasil--para alimentar el ganado Japonés y Europeo--el hambre se ha ampliado de un tercio a dos tercios de la población. En donde la mayoría de la población ha sido empobrecida tanto que no pueden comprar los alimentos producidos en las tierras de su propio país, aquellos que controlan los recursos productivos, orientan su producción a los mercados más lucrativos en el exterior. La producción de cultivos de exportación ocupa el lugar de la producción de alimentos básicos. Las políticas en favor del comercio como NAFTA y GATT pone a competir a las clases trabajadoras de diferentes países unos contra otros, en condiciones desfavorables, donde las bases de competencia son quien trabajará por menos pago, sin un cubrimiento adecuado de salud o sin un mínimo de condiciones ambientales. México y los Estados Unidos son un ejemplo relevante: desde que empezó el TLC se ha tenido una pérdida neta de 250,000 trabajos en USA, mientras en México se han perdido 2 millones de empleos y el hambre está aumentando en los dos países.



Mito 9: Demasiado hambrientos para poder luchar por sus derechos

Realidad: Bombardeados por imágenes de personas pobres, muy débiles y pasando hambre, hemos perdido de vista lo obvio: para aquellos con pequeños recursos la simple supervivencia requiere de un esfuerzo tremendo. Si los pobres fueran verdaderamente pasivos, muy pocos de ellos podrían sobrevivir. Alrededor del mundo, desde los Zapatistas en Chiapas, México, hasta el movimiento de los agricultores en India, en cualquier parte donde la gente esta sufriendo innecesariamente, se encuentran movimientos que quieren cambiar las cosas. Los pueblos se alimentarán por si mismos, si se les permite hacerlo. No es nuestro trabajo arreglar las cosas para los otros. Nuestra responsabilidad es remover los obstáculos de su camino, obstáculos creados con frecuencia por grandes corporaciones y las políticas de Estados Unidos, el Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

Mito 10: Más ayuda de los EEUU ayudará contra el hambre

Realidad: Casi todas las ayudas de los EEUU trabajan empeorando el hambre. La ayuda extranjera únicamente puede reforzar, y no cambiar, el "statu quo". Donde los gobiernos responden únicamente a las élites, la ayuda de EEUU no solo falla en alcanzar a las personas con hambre, también soporta las propias fuerzas que están trabajando en contra de ellos. La ayuda estadounidense es usada para imponer libre intercambio y libres políticas de mercado, para promover los exportaciones a expensas de la producción de alimentos y para proveer armamentos que los gobiernos represivos usan para permanecer en el poder. Inclusive la ayuda de emergencia, o humanitaria, que alcanza solamente el 5 por ciento del total, con frecuencia termina enriqueciendo a las compañías estadounidenses de granos mientras fracasa en llegar a aquellos con hambre y puede disminuir peligrosamente la producción local de alimentos en el país que la recibe. Sería mejor utilizar el presupuesto de ayuda internacional de EEUU para aliviar incondicionalmente la deuda, ya que es el peso de la deuda externa lo que está forzando a muchos países del Tercer Mundo a hacer recortes en los servicios básicos de salud, educación y programas de lucha contra la pobreza.

Mito 11: Nosotros (EEUU) nos beneficiamos de su pobreza

Realidad: La más grande amenaza al bienestar de la gran mayoría de Estadounidenses no es el avance del hambre pero si el continuo despojo de los hambrientos. Los bajos salarios--tanto en los otros países como en EEUU--pueden significar bananos, camisetas, computadores y comidas rápidas más baratas para muchos estadounidenses, pero de otra forma en EEUU se paga un precio muy alto por el hambre y la pobreza. La pobreza impuesta en el Tercer Mundo amenaza los trabajos, salarios, y las condiciones de trabajo en EEUU ya que las corporaciones buscan mano de obra mas barata en el exterior. En una economía global, lo que los trabajadores estadounidenses han conseguido en empleo, niveles salariales, y en sus condiciones de trabajo, pueden ser protegidos únicamente cuando las clases trabajadoras en cada país son liberadas de la desesperación económica.

Educándonos acerca de los intereses comunes que muchos estadounidenses comparten con los pobres del Tercer Mundo y en los EEUU, nos permite ser compasivos sin caer en la lástima. Trabajando para despejar el camino por el que los pobres puedan liberarse ellos mismos de la opresión económica, nos libera también a nosotros.

Mito 12: Restringir la libertad para acabar con el hambre

Realidad: No hay razón teórica o práctica para que la libertad, asumida para significar libertades civiles, sea incompatible con terminar con el hambre. Examinando el mundo, no vemos correlación entre el hambre y las libertades civiles. Sin embargo, una estrecha definición de libertad--el derecho a la acumulación ilimitada de propiedad productora de riqueza y el derecho a utilizar esa propiedad de la cualquier manera que a uno le parezca--está en conflicto fundamental con la tarea de acabar con el hambre. En contraste, una definición de libertad más consistente con la visión fundadora de la nacionalidad estadounidense sostiene que la seguridad económica para todos es la garantía de la libertad para todos sus ciudadanos. Esta comprensión de la libertad es esencial para acabar con el hambre.



Traducción:
María Isabel Gutiérrez.
Alfredo José Parra.
IMCA, Buga, Colombia.

Food First/Institute for Food and Development Policy
398 60th Street
Oakland, CA 94618 USA
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www.foodfirst.org

miércoles, enero 07, 2009

Amigos por agregación




Hace unos pocos días lo hice, lo confieso.

No fue con intención, en realidad alguien de mi familia comentó que había visto a cierto conocido haciéndolo y, bueno, uno no es de material plástico… ¡o sí, vaya a saber!

Buscaba a cierta persona, pero para poder ubicarla necesitaba también ser parte, el reclamo era discreto pero tentador, no la roja manzana, pero el aceptar estaba tan a mano…

Así que mandé a paseo precauciones y paranoias (no del todo, que no subí mi celular y no puse mi verdadera fecha de nacimiento, bueno esto fue un error, para ser veraz), puse gentilmente algunos mis datos personales, que están en numerosas bases de datos, empezando por el padrón de electores, y me suscribí a Facebook.



Redes sociales; Facebook, Netolog, weblogs diversos, fotologs varios, tlogs (que dicen es lo último) en fin, eso que llaman: Web 2.0. ¿Admirables servidores del espíritu humano? ¿puentes que expanden nuestra capacidad de relación? ¿espacios de libertad pura?. ¿Diabólicos engendros destinados a capturar nuestra esencia?, ¿primeros ensayos de la Matrix o postreros desarrollos de las intuiciones orwellianas?, ¿prisiones doradas del consumo?



No es una discusión nueva, aunque se presente con acordes de última generación. Recuerdo al siempre perspicaz; Umberto, Eco, claro, cuando decía, allá por los lejanos ’60 en su “apocalípticos e integrados” que no era cuestión de estar con unos u otros, sino de tomar una actitud de distanciamiento crítico. Y aún antes a Th. Adorno y W. Benjamín, debatiendo sobre el carácter liberador o no de la naciente cultura de masas, sin llegar a mejores conclusiones, pero con intuiciones que es bueno releer. Pero nos estamos yendo de tema.

Toda herramienta es eso, nada más, y de nosotros depende el uso que le demos. Como digo siempre la imprenta de Gutemberg no sólo editaba Biblias, también contribuía a la cultura…


No nos metamos, sin embargo, en esas honduras y volvamos a las redes sociales, incluidos los foros, tan activos hace unos años atrás y hoy en “decadencia”. ¿Son tan peligrosas como dice ese mail que me llegó esta mañana?, ¿recogen datos los secuestradores a partir de la información que subimos?; peor aún, ¿las controla la CIA? ¿o los K?



Veamos que es una red social.


En principio se trata de una teoría. Si viste la película “Seis grados de separación” recordarás que se supone que todos nosotros estamos vinculados al resto del mundo por una cadena de conocidos formada por no más de seis personas, dicho de otro, y antiguo modo, que “el mundo es un pañuelo”. Las redes sociales aprovechan esta característica, no probada matemática ni sociológicamente, para crear vínculos de personas a través de Internet. Existen numerosos tipos de redes, desde las más antiguas, como los foros de discusión, hasta las de crecimiento reciente como Hi5, Myspace, Netlog o la más difundida; Facebook.


Toda red de este tipo supone un servicio, gratuito, para relacionar gente a través de la recomendación mutua, siempre o casi siempre vía Internet. Facebook, llamada así por el libro que en ciertas universidades se da a los ingresantes para que se conozcan mejor, surgió, precisamente, en una institución de estudios (Harvard) y alcanzó una gran expansión al saltar las fronteras universitarias y llegar, hoy, a ciento cincuenta millones de usuarios, lo que no está nada mal pese a ser sólo el 2 % de la población mundial.


El procedimiento es simple; uno se suscribe, sube algunos datos personales (reales o no) y luego busca personas, al principio dentro del entorno, casi siempre contactos de correo, que lo “reconozcan” como amigo. Como el sistema sólo permite ver los datos de aquellos que están suscritos, el receptor de estos mensajes, picado por la curiosidad, se suscribe también a la red, que crece, hasta hoy, en forma exponencial. Se supone que Facebook, o cualquier otro intermediario, gana con la publicidad que supone esta cantidad de público potencial. Aunque esto ha sido puesto en duda, ¿quizás se financie de otra manera? ¿vendiendo datos privados, por ejemplo?


Por supuesto que se puede discriminar lo que se informa o no en una red social, nadie te obliga a dar, por caso, tu número de tarjeta de crédito, en caso de tenerla, o la dirección de tu casa. Aunque la cosa no es tan simple, ya subiste tu número de celular, tu dirección de correo electrónico y, en un descuido, hasta tu foto y la de tu novia. Sólo por dar enter sin pensar demasiado, no te obligan, pero seguro que te incitan. Y no sólo Facebook, o la red que sea, sino tus propios “amigos” que también suben sus fotos, sus celus o el día que se van de vacaciones a Gesell y dejan sola la casa de barrio la Florida…


La existencia de estos sitios, donde el usuario se expone voluntariamente, sin duda facilita en gran medida los trabajos de “inteligencia”, sea del Estado, sea de los bandoleros (entre los cuales hay menos de seis grados de separación, por cierto) y se convierte en una ventana irreflexivamente abierta sobre esa construcción de la burguesía que tanto valoramos y llamamos privacidad.


¿Entonces?


Entonces, como casi siempre, el control está en nosotros. Los instrumentos sólo pueden instrumentalizarnos si olvidamos para que los hemos creado. Me gustan las redes sociales, pude ubicar a un amigo perdido y a un primo lejano (en la genealogía y en el espacio), pero trato de ser cuidadoso con lo que informo en ellas, sin paranoia y sin descuido, aunque me parece que, por las dudas, voy a sacar esa foto, si esa, en la que estoy mirando a… el Estado no sé, pero mi novia entra a veces a mi perfil.