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miércoles, julio 30, 2008

Desborde

Para vos



Lo presentiste; un suave aleteo casi imperceptible y, sin embargo, presente.

El calor, el hálito, la húmeda cercanía de sus labios.

Antes, aun, de su roce te estremeciste.

Un beso y dos y cien cayeron como las primeras gotas de una tormenta anunciada.

Temblorosa, la punta de su lengua probó el sabor sediento de tu vulva. Un leve gemido, que no supiste contener, anunció el comienzo del vendaval.

El cielo de tu cuerpo cargado de tempestades contenidas. El valle de tu entrepierna jadeante de lluvias esperadas. El monte, la húmeda caverna, el huerto, los ocultos manantiales y el pequeño anhelo rojo de tu clítoris. Todo fue atravesado, barrido, sacudido, estremecido, besado y rozado por el aguacero de su lengua, por el diluvio de sus labios, por el ímpetu de sus manos.

Y luego, cuando las colinas se agitaban bajo los relámpagos de su deseo, cuando los valles se inundaban y las suaves curvas de tu cuerpo se tensaban hasta el límite de lo insoportable...

Y luego, cuando su boca toda entera se vertía en tu interior, vino la súbita calma, el reposo inesperado, la quietud engañosa.


Sólo para descargarse nuevamente en furiosas turbonadas, en mangas de pasión, de delirio, de arrebato.

Todo él cayó entonces; suave lluvia, fértil aguacero, inmediato torrente en tu cuerpo jadeante de sed nunca saciada y se derramó, manso, en los canales lejanos de tu alma.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Ajá.
Notificada. sb.