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lunes, octubre 01, 2007

Brevísima historia del pueblo judío.


David, rey de Judá, de Israel, Ungido (Mesías) de YHWH, una figura, un mito, un símbolo que permanece...
Somos hebreos

De alguna manera todos nosotros, ciudadanos de esta convención cultural llamada Occidente, somos hebreos e hijos de Abraham.

Los mitos de ese pueblo del Antiguo Oriente son tan tenaces en nuestra conciencia como los helénicos. Pensemos en temas como la culpa, la expiación, el mesianismo o la concepción teleológica de la Historia; todos ellos le deben su formulación, su fraseología y su tremenda vigencia a la colección de mitos contenida en la Biblia.

Es similar lo que sucede con la política; la existencia del Estado de Israel en el territorio de Palestina se debe, claro está, a consideraciones de tipo económicas y geopolíticas, pero no hubiese sido posible de no aparecer mediatizadas, y veladas, por el enorme poder convocante de la mitología judeo cristiana.


El moderno Estado de Israel apela con gusto a sus mitos fundacionales. Aquí el Escudo que evoca la Menorah, el candelabro de Siete Brazos presente en el Templo de Jerusalén.

Veamos, pues, un somero resumen histórico acerca de este pueblo, pueblos diríamos mejor, "escogido entre todos los pueblos de la tierra".

Antes de que hubiera judíos.

La historia de los judíos se hunde en la de una etnia anterior, de la cual son herederos, la hebrea.

Texto cuneiforme hallado en El Amarna, Egipto, donde se menciona a los 'apiru, una clase social compuesta por campesinos despojados de sus tierras; algunos de ellos darían origen a Israel

Nos parece cierto que estos hebreos no son otros que los apiru de los textos cuneiformes, algunos de cuyos grupos protagonizaron una rebelión exitosa contra los príncipes cananeos vasallos del Imperio Egipcio, suceso cuyo recuerdo épico, y recubierto de imaginería religiosa, perdura tanto en el Éxodo como en la historias de Josué y de los Jueces.



El Antiguo Cercano Oriente

Los campesinos sin tierra (apiru) triunfantes se confederaron en una unión de carácter religioso; Israel la cual bien pronto buscó la alianza de tribus sureñas ligadas a Edom y sometidas al dominio de las ciudades estado filisteas, estas tribus, con escasa participación en el proceso de conquista del país, tomaron el nombre de Judá y llegaron a imponer su dominio sobre Israel bajo el mando de un genial caudillo; David quien manipuló a su favor los antiguos símbolos de la rebelión campesina.

Los reinos de Israel y de Judá

Es importante notar, entonces, que Israel y Judá son dos entidades sociales, culturales y políticas separadas que sólo durante un breve período se presentan unidas en una doble monarquía pero cuyos orígenes e historia posterior son bien diferentes; afirmar, siguiendo la Biblia, que Judá era parte de Israel y que los judíos descienden de los antiguos israelitas es afirmar una media verdad...sería como decir que los macedonios eran griegos o que los americanos procedemos exclusivamente de los españoles.

Bajo el reinado de Salomón, hijo de David, la opresión del estado de Judá sobre las tribus norteñas se hizo intolerable y éstas volvieron a alzar el estandarte de la rebelión campesina expresado en el grito de guerra:

¡Israel, a tus tiendas!


Reconstrucción idealizada de un monarca de Judá (José Luis Salinas)
De este modo se volvió a la situación previa al reinado de David, con un estado de Israel, poderoso, rico y ligado al comercio con los fenicios en el norte, y un estado de Judá, menos imponente pero aún prestigioso, en el sur.

El período davídico, no obstante, había dejado numerosos recuerdos en la poesía popular y en el culto; si bien Yahvé no era aún, en ninguno de los dos estados, el único dios adorado, había crecido hasta convertirse en la más poderosa de las deidades y, más importante todavía, el referente obligado de las épocas más gloriosas de ambos pueblos.

Dejaremos de lado la evolución ulterior de ambos reinos. Basta saber que Israel se vio envuelto en las rivalidades políticas entre los estados arameos y neohititas para terminar siendo derrotado por la invencible máquina militar de los asirios; su clase dirigente fue exiliada y terminó perdiéndose entre los demás pueblos de Oriente, mientras que los campesinos permanecieron en el país dando origen a los samaritanos, de los cuales hoy mantienen esa identidad sólo algunos centenares de personas en la zona de Nablús.

Actual sacerdote samaritano

El reino de Judá, por su parte, capeó la tempestad asiria lo que le permitió una cierta presencia política en las tierras del antiguo Israel, pero al fin sucumbió ante el empuje de los babilonios, herederos de los asirios, y también vivió la deportación de sus dirigentes.

Jehú, rey de Israel sometido a Salamanasar III, rey de Asiria.

A diferencia de la clase dominante israelita, la judaíta (es impropio hablar aún de judíos) había desarrollado una peculiar mitología en torno al culto de Yahvé donde se mezclaban influencias cananeas, hititas y hasta egipcias y, más importante, había generado el fenómeno de los profetas.

Profetas, es decir voceros del dios, hubo en todo el Oriente, pero los profetas de Israel y de Judá descollaron por su conciente toma de posición política crítica frente a la monarquía... de hecho sólo hubo profetas mientras hubo reyes, lo cual les permitió presentarse, después de la catástrofe, como visionarios que conocían la verdadera voluntad de Yahvé respecto de su pueblo.

El profeta Isaías, como lo imaginó Miguel Ángel

En Babilonia

los desterrados crearon, a partir de los mitos nacionales, una formidable construcción teológica conocida como "deuteronomista" que establecía una premisa clara y sencilla: los hebreos, israelitas y judaítas por igual, eran un pueblo escogido por el dios Yahvé.

Yahvé en una tetradracma del siglo IV a.C.

Este dios, sin dudas el más poderoso del universo (¿único?, sin duda comenzaba a pensarse así) era celoso y justo, en los días antiguos había hecho un pacto con los ancestros que implicaba la bendición si seguían sus normas (que incluían una elevada ética y el culto exclusivo) y la maldición si las quebrantaban. Con estos elementos explicaban la historia del pueblo y construian una utopía, quizás la primera de la que existe noticia, orientada hacia el futuro.

Cuando Babilonia pasa al control de Persia, muchos de los desterrados, gente de clase alta, regresan a la tierra de sus antepasados que, por cierto, no estaba vacía... Una vez allí, y con el apoyo de los soberanos aqueménidas, imponen su particular visión religiosa a los campesinos y artesanos que habían quedado en la región (a los que llaman, despectivamente am ha arets; el pueblo de la tierra) aunque fracasan parcialmente en relación a los samaritanos.

Judá, después del intento de rebelión frustada de Zorobabel, que dará origen al mito del Mesías hijo de David, se convierte en un Estado Sacerdotal cuya vida cultural, política y económica gira en torno del Templo de Jerusalén. El culto de Yahvé es adoptado como exclusivo y sólo desde este momento podemos hablar de monoteísmo.

Reconstrucción, bastante fiel, del Primer Templo, construido por orden de Salomón en Jerusalén.

Moneda de Judá durante la dominación persa, nótese el ave, influjo quizás de la lechuza de las dracmas áticas.

Estos siglos, bajo la dominación persa, son los que darán origen a un grupo étnico y religioso que, andando el tiempo, será conocido como judío.

Continuará

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gustavo, más allá de algunas imprecisiones, tu historia de Israel es una síntesis interesante. Te recomiendo, por si no los leiste, el libro del Historiador Italiano Mario Liverani "Mas allá de la Biblia", Crítica, Barcelona, 2005 [1era ed. en Italiano 2003]y desde la arqueología Finkelstein, Israel y Silberman, Neil "La biblia desenterrada", Siglo XXI, Madrid, 2005 [1era ed. en ingles 2001]
Leticia

Gus dijo...

Gracias, Leticia, por tu lectura y tu comentario.
Conozco los libros que mencionas aunque no he tenido tiempo para leerlos. Me dejaste curioso con eso de "imprecisiones" pues, si bien las hay (como de seguro errores y omisiones) me gustaría saber en concreto cuales son a tu juicio.
Esperando continuar el diálogo
Gustavo