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domingo, julio 01, 2007

Ante el portal del Instante

No es como lo había imaginado.
No hay demasiado que ver a mi alrededor; sólo el camino seco y polvoriento en la última milla y el horizonte verdeazulado donde se adivinan los árboles que he dejado atrás.
En cuanto a lo que me espera más allá me cabe la ignorancia más absoluta.
El portal es lo que me detiene ahora.
Bajo, macizo, sin gracia. No es el arco que esperaba, no es la grácil puerta plateresca ni el macizo portal del viejo Tiahuanaco. Es un crudo compuesto de mampostería de diversas épocas de mi vida; deslucido en parte, pintado con apresuramiento en otros lugares, graffitis ya indescifrables lo cubren (he usado demasiado de las palabras en mis años), imágenes como restos de arrancados reclamos publicitarios aparecen aquí y allá deshaciéndose caleidoscópicamente.
Es así y no me quejo.
Es mi portal.
Es mi instante.
Es el momento en que debo hacer la Gran Afirmación... y la hago sin saber que habrá después de la siguiente vuelta del camino, y la hago con leves indicios de que todo aquello será, sino mejor, sí aceptable y redimible, y la hago, en fin, con pleno conocimiento de mi fragilidad.
Me atrevo, sin embargo, y lo digo en alta voz:
¡SEA!
Acepto esta vida que me ha sido dada por obra del azar.
Acepto todo cuanto ha traído de bueno y de malo, sin preferencias y sin rencores.
Acepto que cada momento vivido se repita; sin que nada falte: felicidad y dolor, hastío y entusiamo, plenitud y carencia, errores y aciertos.
Yo, que en nada creo, que no espero Cielo ni Infierno, que no soy más que un amasijo de átomos y vacío... me impongo a la aparente banalidad de la Vida y la acepto plenamente, sin ira, con alegría y con danzas.
Y aquí, frente al portal del Instante, soy feliz.


1 comentario:

Anónimo dijo...

guaaauuu! qué fuerte leerlo así, de un tirón! qué intenso! me gusta, mucho...Tan sólo por haber llegado hasta acá, todo vale y valió la pena...
S.